Autora: Esther Shabot
“El poder militar de Hezbolá se ha visto extremadamente mermado en los últimos dos meses y hay indicios de que esa organización terrorista chiita posiblemente se vería obligada por las circunstancias a acatar un alto al fuego, abandonando así su condicionamiento a dejar las armas sólo si la guerra en Gaza termina.”
La guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza continúa con escasas esperanzas de que un alto al fuego pueda acordarse próximamente. A pesar del reciente asesinato de Yahya Sinwar, máximo líder de Hamás, no avanza la liberación de los 101 rehenes israelíes en la medida en que las últimas negociaciones han fracasado. La campaña israelí en el norte de Gaza sigue así en curso, cobrando centenares de víctimas, sin un horizonte claro de hacia dónde pueden ir las cosas. Por un lado, Hamás está hoy por hoy acéfalo y, por el otro, el premier israelí Netanyahu se rehúsa a plantear cuál es el escenario que vislumbra para el futuro de la Franja.
En cambio, en el frente de guerra Hezbolá-Israel, a pesar de que continúan los combates en suelo libanés y el lanzamiento de misiles y drones hacia territorio del Estado judío, existe hoy un cauto optimismo acerca de un posible arreglo diplomático capaz de poner un alto a los combates y los bombardeos. El poder militar de Hezbolá se ha visto extremadamente mermado en los últimos dos meses y hay indicios de que esa organización terrorista chiita posiblemente se vería obligada por las circunstancias a acatar un alto al fuego, abandonando así su condicionamiento a dejar las armas sólo si la guerra en Gaza termina.
Desde el episodio de la explosión de los bípers y los localizadores que usaban los militantes de Hezbolá para comunicarse, hasta la liquidación del jeque Nasrallah y demás altos comandantes que podían sustituirlo, la situación fue agravándose para Hezbolá, ya que, además, Israel consiguió trastocar sus vías de suministro de armamento y su sistema financiero mediante los ataques a las instalaciones bancarias usadas por esa organización para su funcionamiento. Desde luego, ha habido una gran destrucción y centenares de muertos y heridos en la zona del sur de Líbano, que comprende desde la frontera con Israel hasta el río Litani, lo mismo que en suburbios de Beirut, donde Hezbolá tiene instalados sus centros operativos. Todo esto constituye evidentemente una catástrofe para el de por sí frágil Estado libanés, rehén desde hace años de Hezbolá que le ha impuesto una guerra en la que no tenía ningún interés.
Esta semana estuvo en la zona el enviado norteamericano para Oriente Medio, Amos Hochstein y a partir de su visita se filtró un plan en el que han venido trabajando los norteamericanos por el cual las autoridades del Estado libanés, encabezadas por su primer ministro transitorio, Najib Mikati, estarían dispuestas a colaborar en la implementación de una nueva realidad que termine con el control del sur del país por las milicias armadas de Hezbolá que, a lo largo de casi cuatro décadas, han funcionado prioritariamente como brazo armado de Irán en territorio libanés.
La idea es que el descabezamiento y pérdida de control sufridos por Hezbolá lo hagan aceptar un nuevo arreglo mediante el cual acate la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU de 2006, que lo conminaba a no tener presencia militar en la zona de entre 20 y 30 kilómetros que media entre Israel y el río Litani que corre en territorio libanés.
La filtrada propuesta de cese al fuego de Hochstein contempla un plazo inicial de 60 días en los que se desplegaría en dicha zona una fuerza militar de 10 mil hombres pertenecientes al Ejército Nacional de Líbano, con el encargo de confiscar las armas de Hezbolá. En el curso de los siete primeros días tras el cese al fuego las tropas israelíes deberían retirarse totalmente de suelo libanés, mientras que los contingentes de UNIFIL apoyarían a los militares libaneses en el cumplimiento de sus funciones. Se plantea igualmente que, tras consultas con Washington, Israel podría también impedir mediante acciones militares la producción o llegada de nuevo armamento a Hezbolá, ya sea desde Irán o de cualquier otro bastión chiita en Oriente Medio. Italia, Francia, Alemania, España y Gran Bretaña participarían en las labores de monitoreo del cumplimiento de las condiciones estipuladas.
La propuesta norteamericana suena atractiva, pero su viabilidad es más que dudosa porque es obvio que cotidianamente surgen elementos imponderables con capacidad de obstaculizarla o frustrarla de plano. Pero en caso de tener éxito, un peligroso polvorín regional quedaría neutralizado.
*Editorialista del Diario Excelsior