El tema cobró relevancia especialmente desde la pandemia del COVID-19, en la que el mundo enfrentó una necesidad de una vacunación rápida y masiva, y en ese proceso, se incrementaron las preocupaciones por la seguridad de las mismas, y sus posibles efectos secundarios.
El equipo israelí de la Universidad de Tel Aviv utilizó sensores, desarrollados por la empresa Biobeat con sede en Petah Tikva, que colocó en el pecho de los participantes, lo que les permitió medir 13 parámetros fisiológicos diferentes, incluidas las tasas de corazón y respiración, niveles de oxígeno en la sangre, temperatura y presión arterial.
Los resultados mostraron una discrepancia significativa entre los efectos secundarios reportados por los voluntarios y los efectos secundarios medidos objetivamente. Fueron muchos los voluntarios que afirmaron no haber experimentado reacciones y sin embargo sufrieron cambios fisiológicos.