Autor: Bernardo Tanur
En 1895, en la Universidad de Stanford, un estudiante de 18 años luchaba por pagar sus matrículas. Era huérfano, y sin saber a dónde acudir para conseguir dinero, se le ocurrió una brillante idea. Él, junto a un amigo, decidieron realizar un recital de piano en el campus de la universidad, para recaudar fondos para sus estudios. Entonces se dirigieron con el gran pianista Ignacy J. Paderewski, que en ese momento se encontraba en los Estados Unidos, para contratarlo. Pero el mánager del pianista les exigió una tarifa de 2,000 dólares por el recital de piano. Ellos llegaron a un acuerdo, por lo que los jóvenes empezaron a trabajar para que el concierto fuera un éxito. Pero llego el gran día, sin embargo, lamentablemente no consiguieron vender suficientes entradas para el concierto, ya que la recaudación total fue sólo de 1,600 dólares. Los dos jóvenes decepcionados, acudieron a Paderewski para explicarle su difícil situación. Entonces le dieron los 1,600 más un documento por el saldo de 400, y le prometieron pagar el documento lo más pronto posible. “No”, dijo Paderewski. “Esto no es aceptable.” Rompió el documento, devolvió los 1,600 y les dijo a los jóvenes: “paguen con esto todos los gastos que hayan hecho”. Los jóvenes se sorprendieron y le agradecieron enormemente. Eso fue un acto de bondad que marcó claramente a Paderewski como un gran ser humano.
¿Por qué debería de ayudar a dos personas que ni siquiera conocía?
Algunos años más tarde, en 1919, Paderewski se convirtió en Primer Ministro de Polonia, y fue un gran líder. Sin embargo, desgraciadamente cuando terminó la Primera Guerra Mundial, Polonia quedó devastada. En su país había más de 1.5 millones de personas hambrientas y no había dinero para alimentarlas. Paderewski no sabía con quién acudir en busca de ayuda. Hasta que escuchó que había un hombre en Estados Unidos llamado Herbert Hoover (quien más tarde se convertiría en el presidente de ese país), que dirigía una administración de alimentos y de ayuda para los Estados Unidos, llamada American Relief Administration. Entonces Ignacy Paderewski se contactó con Herbert Hoover para pedirle su ayuda, y Hobert aceptó ayudarlo. Rápidamente envió toneladas de cereales para alimentar al hambriento pueblo polaco, salvando así a cientos de miles de personas de la hambruna, por lo que Paderewski se sintió aliviado. Luego de unos años, Ignacy Paderewski decidió viajar a los Estados Unidos, para encontrarse con Hoover y agradecerle personalmente. Pero cuando Paderewski comenzó a agradecerle por su enorme y noble gesto, Herbert Hoover inmediatamente intervino y le dijo: “No debería agradecerme, señor Primer Ministro”.
“Quizás no lo recuerde, pero hace varios años usted ayudo a dos jóvenes estudiantes a ir a la universidad…… yo era uno de ellos……”
Todos alguna vez en nuestra vida nos encontramos con situaciones como éstas, y la mayoría de nosotros sólo pensamos: “si les ayudó, ¿en qué me beneficiaria a mí?” Pero las personas grandiosas piensan diferente: “si no los ayudo, ¿qué les pasará?” No lo hacen esperando algo a cambio, sino porque sienten que es lo correcto. Lo que se siembra se recoge, y es muy posible que, con estos actos, uno se esté ayudando a sí mismo. La vida es una rueda, hoy uno está arriba, no le falta nada, mañana quien sabe…..
DI-s nunca se olvida de nadie que siembra una buena semilla para otras personas. Nada en la naturaleza vive por sí mismo, ya que vivir para los demás es la regla de la naturaleza.
Como escribió el rey Salomón: “SHALAJ LAJMEJA AL PENE HAMAIM KI BEROV HAYAMIM TIMTZEENU” “Envía tu pan sobre la faz de las aguas, que con el correr de los días lo encontrarán”: Kohelet (Eclesiastés) 11:1
