Autora: Esther Shabot*

 

También aparecieron los enemigos externos a los que había que combatir sin tregua y la lista de ellos fue pronto clara. El adversario número uno fue sin duda el Estado de Israel, país con el cual paradójicamente, el régimen del Shá había convivido en términos amistosos.

El régimen teocrático de Irán, establecido en 1979 tras el derrocamiento del gobierno del shá, nació con una pesada carga ideológica integrada fundamentalmente por una pulsión revanchista pletórica de odios nuevos y antiguos. Para el integrismo islámico chiita, médula de la identidad del gobierno de los ayatolas, el proyecto inicial de su gestión consistió en imponer a sangre y fuego la observancia estricta de las normas religiosas de esa corriente del islam, estableciendo que la sharía o ley islámica regiría sobre la totalidad de las áreas de vida de la población. No más libertad religiosa, lo que implicó la anulación de la posibilidad de libertad de expresión y de conciencia. Pecadoras a las que había que castigar fueron de ahí en adelante las mujeres iraníes vestidas impropiamente o con la cabellera descubierta, como también infractores de la ley fueron considerados todos aquellos que osaban acercarse a productos culturales provenientes del entorno liberal occidental. Leer a Nabokov o escuchar a los Beatles se volvieron prácticas condenadas y castigadas al considerarlas corruptoras de la moral musulmana que había que preservar.

Pero también aparecieron los enemigos externos a los que había que combatir sin tregua y la lista de ellos fue pronto clara. El adversario número uno fue sin duda el Estado de Israel, país con el cual paradójicamente, el régimen del shá había convivido en términos amistosos. La virulenta animosidad contra el Estado hebreo se originó probablemente en la imposibilidad que manifestó el mundo musulmán a partir de 1948, de aceptar la existencia de una nación no islámica y de identidad judía en esa región a la que consideraban de su dominio absoluto. Sobre todo cuando a lo largo de mil 300 años de historia de vida de los imperios musulmanes, los judíos habían vivido en esos entornos como minorías toleradas, pero en condición de sometimiento oficial, con brotes esporádicos de persecución y expulsión de ellos. Por lo tanto, destruir a Israel se planteó como misión sagrada a la cual había que darle prioridad absoluta aun si con ello el pueblo iraní pagaba altísimos costos, tal como ha sido durante el último medio siglo.

El segundo gran adversario de la República Islámica de Irán fue Occidente, en general y en especial Estados Unidos. Éste representaba al poder herético que había sustentado al régimen del shá, además de ser la fuente de la perversión encarnada en el liberalismo y en el concepto de lo laico o secular, anatemas ambos para la visión religiosa totalitaria que caracterizaba a su proyecto islámico fundamentalista. Si bien la URSS y el bloque comunista de aquellos tiempos también fueron considerados “poderes satánicos”, la necesidad de contar con un apoyo geoestratégico en su combate contra Estados Unidos e Israel hizo que el repudio a dicho bloque fuera más retórico que de fondo.

El tercer enemigo de Irán se localiza en el seno del propio islam. Se trata del mundo musulmán sunnita, mucho más extenso que el chiita al que pertenece la nación iraní. De los mil 600 millones de musulmanes que hay en la actualidad, sólo un 15% aproximadamente son chiitas. La división entre ambas corrientes arranca desde la disputa por la sucesión tras la muerte del profeta Mahoma en el siglo VII, disputa de la que la rama sunnita salió victoriosa. El pleito por la hegemonía regional en el Oriente Medio entre Arabia Saudita e Irán está nutrido en buena parte por ese factor, aun cuando de vez en cuando aparezcan treguas temporales denominadas “hudnas”.

Sin embargo, en estas últimas décadas han aparecido organizaciones sunnitas radicales extremas, como Al Qaeda y el Daesh o ISIS, cuyas campañas de conquista para reconstruir califatos han sido particularmente salvajes y sanguinarias. Los atentados suicidas y la matanza indiscriminada de sus presuntos enemigos forman parte de la macabra historia de ambas corrientes, la sunnita y la chiita, cuyas reivindicaciones están casi siempre conectadas con la consigna de “guerra santa contra los infieles”. Los datos duros acerca del terrorismo global indican que la mayor cantidad de personas que por ese motivo han perecido en el último cuarto de siglo, son paradójicamente musulmanes. El Oriente Medio, África y el sureste de Asia han sido la arena donde la sangre de los diversos grupos seguidores del islam enfrentados entre sí, ha corrido con mayor profusión.

*Editorialista del Diario Excelsior

Desde el escritorio de la Editora

 Rosalynda Cohen

En 1958 durante el Congreso de la Organizacion Mundial de Periodistas llevado a cabo en Bucarest, Rumania se estableció el 8 de septiembre como el Día Internacional del Periodista, en honor y conmemoración de Julius Fucik, escritor y periodista checoslovaco, ejecutado por los nazis en 1943.

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