Autora: Esther Shabot
“El cuadro que ofrece la situación actual no es, sin embargo, fácil de evaluar en cuanto a los beneficios esperables para la población general siria, la cual ha sufrido de un prolongado infierno desde 2011 cuando se inició la guerra civil que no sólo no derrocó al dictador, sino que fue responsable de medio millón de muertos y cerca de seis millones de refugiados desperdigados entre Líbano, Jordania, Canadá y varios países de la Unión Europa, en especial Alemania.”
Un foco más de inestabilidad ha aparecido en la región del Levante con el ataque sorpresa que hace algunos días llevaron a cabo fuerzas rebeldes sirias, contrarias al régimen dictatorial de Bashar al-Assad. Tomaron en unas cuantas horas la importantísima ciudad de Alepo, diezmando y haciendo huir a los militares oficialistas, para enseguida apoderarse de la ciudad de Homs y encaminarse a otra urbe importante, Hama. Todo indica que en los meses anteriores se crearon condiciones favorables para esa embestida, gracias a que algunos de los más importantes apoyos del gobierno de Assad –Irán y Hezbolá– se debilitaron en extremo a causa, sobre todo, del impacto sufrido por ambos en su confrontación con Israel.
Otro de los grandes apoyos del régimen sirio que contribuyó con tropas, aviones, armas y asesores al sostenimiento de la cruel dictadura de Assad desde que estalló su guerra civil en 2011 ha sido Rusia, pero evidentemente también Putin hoy se halla en problemas, concentrado en su guerra contra Ucrania, que le ha sido mucho más complicada y costosa de lo que seguramente calculó en un principio. Así las cosas, se presentó el escenario propicio para que amplios sectores contrarios a la tiranía de los Assad, cuya dinastía ha estado a la cabeza del país desde 1970, reiniciaran un poderoso movimiento rebelde.
El cuadro que ofrece la situación actual no es, sin embargo, fácil de evaluar en cuanto a los beneficios esperables para la población general siria, la cual ha sufrido de un prolongado infierno desde 2011, cuando se inició la guerra civil que no sólo no derrocó al dictador, sino que fue responsable de medio millón de muertos y cerca de seis millones de refugiados desperdigados entre Líbano, Jordania, Canadá y varios países de la Unión Europa, en especial Alemania. Sin duda, una de las peores tragedias humanitarias del siglo XXI. El problema que hoy asoma se deriva de la identidad de las fuerzas rebeldes que hoy amenazan al régimen de Assad.
El principal grupo está integrado por una organización denominada Hayat Tahrir al-Sham (HTS), asentada en la parte noreste del país, de identidad sunnita y afiliado al temible Al Qaeda en un tiempo.
Su líder actual es Mohamed al-Jolani, quien enarbola una agenda menos radical ideológicamente hablando, y enfatiza ahora que su objetivo central es el de sacar del poder a los Assad y sus allegados. Sin embargo, es difícil saber qué tanto peso tiene aún el proyecto islamista radical del que surgió dicha organización. Hay, además, otras facciones rebeldes menos extremistas que se han unido en el combate al régimen. Se trata de grupos que operan cerca de la frontera siria con Turquía y que reciben apoyo de ésta. No hay que olvidar que Ankara, por su parte, juega también activamente en este escenario, al ser un poder que a lo largo de los últimos 15 años ha estado actuando militarmente en la arena siria con objetivo de arrinconar a la población kurda ahí residente a la que considera aliada de sus propios rebeldes kurdos agrupados en el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado terrorista por el régimen de Erdogan.
Como puede apreciarse, se trata de un escenario abigarrado de facciones diversas con intereses e ideologías contrapuestas. Sunitas contra chiitas-alawitas, turcos contra kurdos, kurdos apoyados por EU y perseguidos por Turquía, y ciudadanos sin militancia que querrían vivir en paz, pero que pasan de una pesadilla a otra. Y en la cúpula política y económica, un gobierno cruel, represor y asesino que ha conducido a su país a degradarse y convertirse en un narcoestado dependiente para su sobrevivencia económica de la producción y tráfico de la droga denominada captagón. A estas alturas de la avanzada rebelde hoy en curso, no hay manera de saber su resultado final. 55 años de dictadura brutal de los Assad tendrían que terminar ya, pero la gran incertidumbre es quién quedará a cargo y en qué condiciones sobrevivirá el remanente de quienes han vivido en esa legendaria tierra que durante la antigüedad presenció periodos de gran auge civilizatorio.
*Editorialista del Diario Excelsior